Órdenes de alejamiento… ¿Una garantía sin garantía? ¡Aléjate tú!
¡Denuncia!, ¡Ámate!, ¡Ten dignidad y deja ese hombre!, son las expresiones que quienes conforman el círculo social de una mujer maltratada y en el afán de querer preservar su vida, usualmente tienden a repetirle. Lamentablemente una de las características del síndrome de la mujer maltratada es el miedo, y por eso la mayoría de ellas se quedan al lado de esa persona a la que tanto temen. Están condicionadas a no ver salida aparente, ven todo gris y asumen que salir de esa relación más allá de sentirse a salvo, se constituye en su sentencia de muerte.
Interponer una orden de alejamiento a un hombre es la única “garantía” que nuestras autoridades le dan a una mujer. Pero lamentablemente, para nadie es un secreto de que eso no es garantía de nada. La mejor evidencia es que la gran mayoría de mujeres que han fallecido a manos de sus parejas y exparejas habían interpuesto órdenes de alejamiento y en muchos casos, más de una.
Por eso vale preguntarnos ¿son las órdenes de alejamiento un detonante que acelera más un desenlace fatal o realmente protege a la mujer? En lo personal entiendo que la mejor orden de alejamiento que puede garantizarle resultados favorables a una mujer es alejarse ella misma y no delegar en absolutamente nada ni en nadie su protección, porque asumir que una orden de alejamiento frenará a un monstruo que tiene como objetivo, matar y luego suicidarse, es entregarse a la muerte.
Lamentablemente no es tan fácil y esto llena de desesperanza a miles de mujeres maltratadas que no encuentran formas posibles de liberarse de sus verdugos. No es fácil porque no estamos tratando, en la mayoría de los casos, con seres racionales, aunque se pretenda que sí. Asumimos que ese maltrato es solo por machismo y es común escuchar a personas decir: “ese no va a hacer nada, solo te está chantajeando”, lo cual aumenta el nivel de vulnerabilidad de la mujer que presta atención a este tipo de comentarios y comete el fatídico error de “salir” del circulo al abandonar su casa, pero continúa frecuentando lugares donde su agresor sabe que la puede ubicar, como su lugar de trabajo, estudio, familias, etc.
Ignorar la presencia de trastornos mentales que puedan incidir en este tipo de conducta agresiva agrava la situación. Por ejemplo, algunas de las características del Trastorno de Personalidad Antisocial (TPA) es desafiar la autoridad, no respetar las leyes y la inexistencia de la empatía; por ello, nada les importa lo que la otra persona pueda sentir. En otras palabras, la característica esencial de este trastorno es un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, en especial de aquellos a quienes hayan seleccionado como víctimas. Eso ellos lo disfrutan.
Curiosamente, vivimos en una sociedad en que la víctima, termina siendo atacada y juzgada justamente por mujeres que al acusarlas de falta de amor propio ignoran que más que ayudar empujan a un ser cuya vida convertida en una pesadilla, se desespere y actúe en momentos no oportunos ni de la manera correcta (en teoría sí, pero la práctica demuestra que no).
Nuestros hogares están llenos de mujeres maltratadas, quienes cada vez que ven a una caer, sus miedos se ven reforzados. No existe confianza en nuestras instituciones, porque ellas actúan para que no se confíe en ellas.
Apoyar a una mujer que se siente en amenaza de muerte no es decirle qué hacer… porque muchas veces ella lo sabe. Apoyar es dar soluciones reales y que estén a su alcance, porque si no, muchas veces con el ánimo de ayudar, provocamos una tragedia.
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